La mielofibrosis es
una enfermedad que altera la función de la médula ósea, que es reemplazada por un tejido cicatricial anómalo; en
consecuencia, se altera la producción de glóbulos blancos, rojos y plaquetas. Y
como resultado de esta anormalidad, se produce un aumento del bazo y del
hígado, porque estos asumen la función de la médula ósea.
Para
la hematóloga Ciramar Navarro, vicepresidente de la Fundación Banco de
Drogas Antineoplásicas (BADAN), esta alteración genera fundamentalmente en el
paciente: anemia, glóbulos blancos elevados en grado variable y plaquetas
bajas.
“Los
síntomas más frecuentes de la mielofibrosis son cansancio y fatigas severas
producto de la anemia; así como dolor en el flanco izquierdo del abdomen,
debido al aumento del bazo; signos de sangramiento, infecciones frecuentes,
dolor en los huesos, sudoración por las noches y fiebre”, comentó Navarro, que
recuerda la importancia que tiene el diagnóstico temprano de la mielofibrosis para
lograr una calidad de vida óptima para el paciente.
La presidenta
del IV Simposio Latinoamericano de Síndrome Mielodisplásico, a celebrarse en el
2013 en Margarita, explicó que la mielofibrosis se presenta también como
complicación de otras enfermedades, como: Policitemia Vera, Trombocitemia Esencial
y Leucemia aguda, llamándose en este
caso mielofibrosis secundaria.
El
diagnóstico de la mielofibrosis se hace mediante examen clínico y de sangre,
estudios de laboratorio que incluyan LDH, VSG, Ácido Úrico, al igual que el
estudio de la médula ósea: aspirado, biopsia, estudio citogenético y la
investigación de la mutación JAK2”. La especialista recordó que actualmente se
desconocen las causas que originan este padecimiento, que afecta principalmente
al segmento de adultos comprendido entre 50 y 70 años.
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